Cómo me convertí en el mejor copywriter del mundo.

Despacio, para no provocar al “toro”, sales de donde estás escondido.

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Das un par de pasos hacia el centro del pasillo.

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“Pues no se ha quedado una mala noche” – dices poniéndote a sus espaldas e intentando que no te tiemble mucho la voz.

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El minotauro se gira a una velocidad desproporcionada para su tamaño y se dirige a ti.

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“Otro aspirante a HEROE , pero que huele a IMPOSTOR”.

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Ahora que lo tienes más cerca te das cuenta de que huele a sangre y sudor.

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Se está poniendo mal la cosa.

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“Veamos si eres capaz de contar una historia como el copywriter que dices que eres. Ya sabes el precio de negarte o de no estar a la altura. La muerte”.

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«No nos pongamos melodramáticos – dices intentando aparentar que para ti esa situación es de lo más normal.

Si escoges bien la historia y le entretienes podrás ganar tiempo.

Para pensar en que necesita oír el Minotauro.

Si después de oír la historia consigues que te respete habrás ganado mucho más.

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Das un par de pasos largos como si estuvieran midiendo la anchura del pasillo.

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«A qué esperas? Te ha comido la lengua un Cíclope?…- brama enfurecido».

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Levantas la mano indicando un segundo de paciencia.

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Es todo lo que necesitas para estructurar la historia.

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Conoces muy bien los pasos para construir una buena historia.

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Lo has hecho cientos de veces.

Cada día.

Forma parte de tu ADN.

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Los 11 pasos que sigues al pie de la letra en tus emails y textos para conseguir un récord de ventas tras otro.

Tu método.

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Así que comienzas tu historia.

“Me gustaría explicarte cómo convertirte en el mejor copywriter del mundo, pero es muy posible que eso a ti no te interese – haces una pausa para calibrar el efecto de lo que vas a decir- Por contra deja que te cuente cual es el secreto para salir del laberinto”.

El Minotauro rebufa y se acerca amenazante.

Grita:

“YO NO QUIERO SALIR DEL LABERINTO”.

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Mantienes la mirada fija.

Se ha acercado tanto que te has dado cuenta de algo.

Y sonríes.

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“Tú todavía no sabes que quieres salir del laberinto”.

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Esa respuesta hace que el Minotauro se aleje un par de pasos hacia atrás y se siente en una de las grandes piezas de mármol dispuestas como bancos a lo largo del recorrido.

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“Me has despertado la curiosidad. Comienza tu historia”.

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“Mi historia es la de un pequeño pájaro enjaulado.

El pájaro vivía en aquella jaula hacía muchísimo tiempo.

No recordaba haber vivido en ningún otro lugar.

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Cada día sin falta miraba a través de los barrotes y veía, al otro lado de la ventana, verdes campos, árboles y montañas.

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Cada día.

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Cada día veía a otros pájaros volando libremente a cielo abierto y verlos removía algo en su interior.

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Cada día.

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El pequeño pájaro se preguntaba.

¿Que sentiré volando tan alto, sintiendo el sol y el viento en las plumas, planeando sobre las corrientes de aire?

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Cada día.

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¿Que sentiré cuando, en vez de comer ese alpiste insípido, pueda cazar un insecto en pleno vuelo?

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Seguro que es emocionante volar a toda velocidad haciendo giros cerrados, picados y remontes hasta aquel cielo azul.

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El pajarito es consciente de que solamente el hecho de pensar en aquella libertad hace que su diminuto corazón lata más rápido, más fuerte,  con un ritmo más vivo.

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Eso le gusta.

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Se balancea en su columpio y cierra los ojitos.

Cuando el balanceo se hace más rápido abre sus alas y nota como el viento lo impulsa hacia arriba.

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Eso le gusta.

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Sueña con ser libre, pero eso no le hace sentirse mejor.

Siente el impulso en sus alas pero no le basta.

Y hay algo que aún le hace sentirse más infeliz.

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En ocasiones, alguno de esos pájaros a los que él ve volar libremente, se acerca a descansar de su vuelo en el alféizar de su ventana, o a disfrutar de su recompensa.

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Y cuando lo veían allí dentro se sacudían como de un escalofrío.

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Era como si le dijeran.

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“Ni me imagino lo que debe ser estar ahí enjaulado”.

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Y rápidamente se alejaban de allí, cómo si tuvieran miedo de que si estaban allí mucho tiempo ellos fueran a ser los siguientes.

En aquellos momentos la presión en su pecho era insoportable.

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Y daba la espalda a la ventana para que no le recordara aquella sensación.

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Cierto día que la ventana estaba abierta, su dueño, al ponerle la comida, dejó la puerta de la jaula sin cerrar.

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El pájaro no lo podía creer!!

Era el momento que tanto había esperado!!

La libertad!!

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Miró a través del hueco y vio a los otros pájaros afuera volando, descendiendo y elevándose, casi podía sentir el viento y el sol en sus alas, y un enorme escalofrío lo recorrió de arriba abajo.

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Inmediatamente se puso a calcular las opciones.

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Podía salir por la puerta de la jaula, hacer un vuelo rápido hasta la ventana y salir al aire libre, entonces podría volar y sentir la emoción de cazar insectos en pleno vuelo, podría elegir estar solo o volar con otros pájaros, sentir el sol …

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…pero también la lluvia, y los insectos vuelan rápido, y no solo él iba a intentar cazarlos, tendría que competir con otros pájaros cada día para lograr su porción. Y los otros pájaros tenían más experiencia, y había riesgos, pájaros más grandes, incluso gatos, de los que ahora estaba a salvo dentro de su jaula.

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Mientras esos pensamientos rondaban su cabeza volvió su dueño y cerro la puerta de la jaula.

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Debes entender esto «pajarillo».

Hay pájaros que valoran la seguridad de la jaula por encima de la libertad, sin entender que la jaula, aparte de una prisión, es un lugar en el que están a la merced de su captor”.

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El Minotauro te mira.

Parece sonreír por dentro, y por un momento ves humanidad en sus ojos.

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Silencio.

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Pasan los segundos.

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Uno.

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Dos.

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Tres.

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Por fin se levanta.

“Tendrás que contarme tu secreto para contar historias”.

Le miras.

“Cuando salgamos del laberinto te contaré mi secreto”.

Ya no te parece tan fiero.

Incluso deja de parecer tan alto.

“Vamos, realmente eres el mejor copywriter del mundo”.

 

“Pero se supone que no puedo salir sin tu marca, si salgo sin tu marca dirán que soy un impostor”.

 

“Mira tu mano. Siempre has llevado mi marca contigo”.

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marca minotauro

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Entonces mientras te quedas mirando tu mano el Minotauro comienza a andar y tú, sin entender todavía muy bien que está ocurriendo esa noche le sigues.

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A la entrada del laberinto se aparta y, haciéndote una reverencia, te indica que avances.

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Fuera te esperan los invitados a la fiesta.

Sonríen y se acercan a ti para darte la enhorabuena.

Todos llevan máscaras.

Máscaras de Minotauro.

Acabas de entrar en The Minotaur Company.

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El hombre de la camisa de Hathaway se acerca a ti y te da un sobre.

“Un coche le llevará a su apartamento y pronto tendrá noticias nuestras”.

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El UBER para a la puerta de la finca y recorre los kilómetros de vuelta a la ciudad mientras tú intentas poner en orden todos los acontecimientos en tu cabeza.

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Al llegar a casa prácticamente está amaneciendo, pero el sueño ha huido de ti.

Te das una ducha, preparas café y abres tu Mac.

En las noticias hay una foto tuya con un titular que te atrapa.

“Isra Bravo presenta en sociedad a su relevo como mejor copywriter del mundo”.

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Miras fijamente la foto.

Es una foto tuya sonriendo a la salida del laberinto y alguien rodeándote el hombro con su brazo.

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No puede ser.

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Entonces recuerdas los ojos.

Y que cuando se acerco te pareció una persona dentro de un disfraz.

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Ya da igual.

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Al abrir el correo más de 50 emails llenan tu bandeja de entrada principal.

El asunto en todos es el mismo.

“Propuesta de colaboración”.

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Pero de repente te acuerdas del sobre.

Lo sacas de la chaqueta y lo miras.

En el dorso un sello con una M.

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Minotauro.

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El contenido es una carta con una sola frase:

«Cuéntame tu secreto».

M.

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Das un sorbo al café.

«Pues no se ha quedado mala noche» -te dices.

Y cierras el portátil.

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