Llevas media hora dando vueltas y no parece que estés más cerca de la salida.
Empiezas a pensar que no debías haber entrado a ese laberinto.
Y aunque estés en un laberinto no crees que haya mayor peligro que tu mente.
A fin de cuentas los seres mitológicos no existen.
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Así que sigues adelante y doblas la siguiente esquina.
Quizás todo es un juego para ver cuanto tardas en volver a la fiesta.
Una broma.
Una prueba.
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cloc..
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clOC…
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CLOC…
…
PASOS.
CERCA.
POR DETRÁS!!
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Pero está oscuro.
Piensas en sacar el móvil para encender la linterna…
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El móvil!!!
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Cómo no se te ha ocurrido antes?
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Oyes en tu cabeza una voz.
IDIOTA…
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Intentas desbloquear con tu huella dactilar el terminal.
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CLOC!
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CLOC!!
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Los sonidos de pasos cada vez parecen más cercanos.
Es más.
No parecen pasos de una persona.
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No será…
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Te escondes en un hueco pestilente entre dos cipreses donde pisas algo blando.
Rezas porque no sea alguien que, como tú se haya perdido anteriormente en el laberinto.
Aunque todo indica que sí.
Miras tu móvil.
Como no.
Sin batería.
Lo has estado usando para escribir unos emails fantásticos, que has mandado a tu lista, sobre animales mitológicos, filosofía y ventas.
Escribes donde te llega la idea y lo guardas en el Second Brain que tienes en tu NOTION.
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Pero….
No es posible.
Empiezas a pensar que tus propios emails han tomado forma y te han atrapado dentro del copy.
Entonces delante de ti, resoplando pasa una sombra.
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UN MINOTAURO!?!
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Peeeeero qué locura es esta??!!
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“Debo estar durmiendo – piensas – seguro que me desmayé y estoy durmiendo”.
Intentas convencerte.
Pero tu cerebro te dice que si haces ruido y el Minotauro te ve la situación se va a volver real.
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Muy real.
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El Minotauro está olfateando el aire.
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SNIFF…
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Aspira el aire y le ves relamerse.
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Está muy oscuro y no ves los detalles pero debe medir más de dos metros, anda a dos pies como una persona y dos cuernos enormes con varios aros de oro coronan una cabeza de toro gigante.
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En total silencio lo observas con la piel de gallina.
Rebufa.
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BUFFFFFF
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Puedes oírle perfectamente.
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Está a menos de 1 metro tuyo.
Se gira.
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50 centímetros…
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“TE ESTOY OLIENDO, APESTA A IMPOSTOR”.
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«ODIO EL OLOR A IMPOSTOR».
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Su voz te ha causado un escalofrío y no solo porque sea tan ronca y profunda que te recuerda a Barry White.
No es la primera vez que alguien te dice eso.
Incluso tú te lo dices en ocasiones.
Es tu mayor miedo.
Impostor.
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La novedad es que ahora te lo está diciendo un toro de dos metros de alto que parece haberle robado los músculos a Arnold Chochenager.
Y cuya voz hace que vibre tu pecho.
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Tienes la sensación de que puede haber una salida en esa parte del laberinto de la que has visto venir a la mole.
Te parece oír ruidos de coche y hace unos segundos jurarías haber oído un claxon.
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Pero si te equivocas quizás acabes atrapado allí dentro.
O lo que es peor.
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GLUP.
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Tragas saliva.
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El hombre del parche y la camisa Hathaway ha dicho que el Minotauro es una prueba.
Quizás si la pasas salgas de ahí.
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Y aquel grupo de tarados reconocerán que lo eres.
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El mejor copywriter del mundo.
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El miedo te dice que escapes y tu orgullo de mejor copywriter del mundo que le cuentes una historia a ese bicho y acabes con esto de una vez.
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Es una decisión difícil.
Y nadie la puede tomar por ti.
Tú decides.
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Te presentas y demuestras que eres el mejor copywriter del mundo.
Huyes intentando buscar una salida.