El aseo, la imagen de la barandilla y la conspiración de las máscaras.

Estás buscando un aseo para refrescarte un poco la cara.

La verdad es que, con los nervios, no has comido nada en todo el día y las dos copas de champán están causando estragos en tu equilibrio.

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Subes unas escaleras con un pasamanos de madera excesivamente lustroso.

Por un momento imaginas a alguno de los presentes bajando por el pasamanos.

Siempre hay algún adulto que se comporta como un crío.

En los negocios también.

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No deja de asombrarte la facilidad con la que eres capaz de asociar las situaciones más normales con historias relacionadas con el mundo de las ventas.

Antes no eras así.

Pero ahora tienes un secreto, que es el que te ha traído hasta este momento.

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Poder conectar a voluntad tu cerebro en «Modo Historia».

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Has tardado años en desarrollar el método.

Pero ha marcado un antes y un después en el nivel de tus trabajos.

Y eso te ha convertido en el mejor copywriter del mundo.

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De repente, otra imagen de un trasero bajando por la barandilla te saca de tus pensamientos.

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SHIT!

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Instintivamente retiras la mano y la miras con cierta ansiedad.

Es lo malo de tener siempre el modo historia activado.

A veces la historia no es tan agradable.

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Recorres el pasillo buscando el baño aunque sabes perfectamente donde va a estar.

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La tercera puerta a la izquierda.

Siempre es ahí.

No entiendes la manía de cierta gente de poner el aseo en la planta de arriba y al final del pasillo.

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Por suerte está libre y no te has cruzado con nadie.

Tu honor está a salvo.

Entras y te lavas las manos y la cara.

En ese orden.

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Escuchas ruidos que vienen de la habitación de al lado pero no le das ninguna importancia.

Será algún invitado o quizás el misterioso anfitrión que ha montado la velada en tu honor.

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Revisas que no te has salpicado la ropa.

Es de lo más incómodo tener que explicar… «es agua».

Nunca sabes si te creen o no.

Y entonces lo escuchas con mayor claridad:

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“Voy a acabar con ese impostor esta noche, lo descubriré ante todo el mundo, y destruiré su imperio”.

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Contienes el aliento.

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Hablan de ti?

No puede ser.

O quizás sí.

Si hablan de ti estás en un lío.

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A fin de cuentas en el salón de abajo están los mejores copywriters del mundo y expertos del marketing directo.

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La competencia.

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Tus dudas comienzan a hacerse un hueco en tus pensamientos.

¿Es posible que hayan preparado todo esto solamente para desacreditarme?.

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Una fiesta así para demostrar que soy un fraude no tiene ningún sentido.

Pero la reputación y la autoridad es lo único que tiene un copywriter.

La marca personal.

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Si la destruyen…

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Respiras intentando calmarte.

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De repente el mareo ha desaparecido.

Acercas el oído al hueco de ventilación que comunica la habitación con el baño y lo escuchas con claridad.

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“Sabes que solo unos pocos han conseguido escapar al Minotauro”.

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¿Minotauro?

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Será un nombre en clave.

Debe ser el anfitrión, alguien del mundo online que mueve los hilos.

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Por un momento piensas en Gamboa o en Scipion y tienes que reprimir una risa para no descubrirte.

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Pero lo que han dicho….

¿Escapar?

¿Unos pocos?

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No eres Spiderman pero tu sentido arácnido te dice que tienes que salir de ahí volando.

A fin de cuentas nadie sabe que estás ahí y puedes escabullirte con facilidad.

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Sales del baño dispuesto a recorrer los 50 metros que te separan de la puerta de la calle.

De la libertad.

El pasillo ahora te parece más largo y mientras bajas las escaleras ya no te importa agarrarte al pasamanos para bajar más ligero.

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Sin embargo a mitad de las escaleras te frenas en seco.

Pensaste que nadie se había percatado de tu ausencia.

Sin embargo ahora todos te miran.

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Los invitados esperan al pie de la escalera del salón mirando hacia donde tú estás.

Todos llevan un bastón con un símbolo que no llegas a ver desde donde estás, sus caras tapadas por máscaras.

Y todas son iguales.

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No sabes si es por el vino o por la adrenalina.

Pero parecen cabezas de toro.

Recuerdas lo que oíste en el baño.

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De tu boca salen dos palabras.

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“El Minotauro”.

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Entonces, mientras decides si intentas salir corriendo o te da la risa, por el rabillo del ojo ves que alguien se acerca por detrás.

Demasiado tarde.

Sientes un golpe en la nuca y todo se apaga.

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Oscuridad.

Voces.

Sientes como te llevan en brazos.

Pero tu mente está aturdida y tienes las manos atadas.

Llevas la cabeza tapada con una bolsa negra o una capucha de tela.

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Te sientan en una silla.

Te quitan la capucha.

Y una luz te ciega enfocándote directamente a la cara.

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A tu alrededor los invitados a tu «coronación» te miran fijamente desde detrás de las máscaras.

Algunos graban con sus móviles.

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No pinta bien.

Esto tiene pinta de linchamiento.

“¿Qué hacéis? ¿Estais todos locos o qué?”.

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Alguien se adelanta de entre la gente.

No lleva máscara.

Su ojo izquierdo está tapado con un parche.

Es el hombre de la camisa Hathaway!!

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Habla un perfecto español, pero con acento ruso y abre los brazos como si fuera a abrazarte.

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“Es usted nuestro invitado.Sea bienvenido!! Esta es una ocasión especial. Ha sido llamado para ser reconocido como el mejor copywriter del mundo. Pero para que los miembros de esta logia lo reconozcan como tal usted debe pasar una prueba. Un, digámoslo así, examen”.

Hombres y mujeres con máscaras.

Golpean con sus bastones el suelo.

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Majaras.

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El hombre de la camisa Hathaway hace un gesto y los golpes cesan.

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Continua:

“Entrará en ese laberinto que tiene ante usted y entretendrá al Minotauro contándole una historia. Si es usted un impostor, él lo sabrá y usted nunca volverá a escribir. Ni a salir del laberinto. Si realmente es usted el mejor copywriter del mundo el Minotauro le pondrá su marca y volverá para que le recibamos con todos los honores”.

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Estás empezando a pensar que cuando te mareaste perdiste el conocimiento y no es más que un mal sueño, pero las ataduras de las muñecas molestan como si fuera real.

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Gritas al hombre del parche.

“Entretener al minotauro? Los Minotauros no existen, loco del parche!”

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“Créame, más le vale no poder el duda la existencia del Minotauro”.

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“¿Y si me niego? ¿Qué pasa si me niego?

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“Oh, por supuesto que puede usted negarse. Solo tiene que salir por esa puerta y reconocer que no es más que un impostor”.

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Tú decides.

Vas al laberinto, los Minotauros no existen.

Intentas escapar, los locos sí existen y el Minotauro lo mismo es el psicópata que dirige esta secta.

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